

Adela, desde muy chica, sintió atracción por los sofás y es por eso que empezó a comer su interior. Sabe que le hace mal, pero no puede parar de comerlo.
Adela comenzó a ingerir la espuma de los muebles diariamente, desde que tenía diez años, y dice que se come un trozo completo, que parte en pequeños pedazos.
Es una acción que repite todos los días, a pesar de que es conciente que le hace mal a la salud.
En su vida, se ha comido siete sillones y dos sillas.
¿Un buen asado argentino no será mejor alimento?